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The Walking Dead: 4ª temporada

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El mundo tal y como lo conocíamos ha desaparecido. El modo de vida fácil y confortable se acabó para siempre. La rutina de lo conocido ya no existe. Ahora priman supervivencia, audacia y capacidad de adaptación. El bien y el mal parecen difuminarse aunque se solapan en eventos críticos ante los que hay que tomar decisiones drásticas. El imperativo es seguir adelante.

Capacidades como altruismo y generosidad son vitales en este momento en el que la cooperación de cada miembro del grupo es necesaria para asegurar la vida otro día más. El paso del tiempo, el camino arduo y la necesidad de insensibilización parcial ante el dolor de la pérdida han hecho que todos los personajes hayan experimentado un endurecimiento físico y mental. La aparición de Sophía (Madison Lintz), la marcha de Dale (Jeffrey DeMunn)  o el rito iniciático de Carl (Chandler Riggs) en el tránsito de la infancia a la madurez se llevaron a cabo de la más cruel de las maneras. Pero es necesario seguir adelante.

Al menos una cosa está clara. Al igual que en la sociedad preexistente es necesaria la presencia de un líder. El personaje más fuerte habrá de confortar y guiar los destinos de sus compañeros, dejando intereses personales a un lado si es preciso.

COLABORACIÓN VS DESVALIMIENTO

El límite entre la debilidad y la fortaleza propias han de estar bien definidos, amén de la imprescindible exclusión de cualquier doble moral.

La transparencia del guía es básica como sustento de la confianza en esta situación apocalíptica. El límite entre la debilidad y la fortaleza propias han de estar bien definidos, amén de la imprescindible exclusión de cualquier doble moral. En su vertiente más luminosa el héroe delegará actividades en todos sus seguidores, haciendo que éstos sean capaces de asegurar su propia subsistencia en una posición extrema. Sus directrices y requerimientos no siempre serán bien aceptados, aunque a medio y largo plazo resultarán eficaces. La modalidad contraria, aparente benevolencia y protección,  puede acabar tornando en una trampa mortal. Resulta tentador ignorar el peligro externo mientras una entidad generosa cuida de las necesidades básicas e inmediatas. No hay necesidad de independencia, la comodidad de abandonarse incluso al valor de disponer de pensamiento propio es un lujo después de haber padecido el horror. No hace falta combatir contra las hordas de caminantes, basta con mantenerlos alejados, pero ¿y si consiguieran entrar? No hay problema, quien nos cuida también proveerá. O nos convertiremos en la tropa de choque que permitirá la salvación del opaco y tenebroso líder. Philip (David Morrisey) y Rick (Andrew Lincoln) encarnan la cara y la cruz de este fenómeno del liderazgo.

TEMOR Y AMENAZA(S)

Al empezar este apocalipsis siniestro el peligro estuvo totalmente claro. La única maldición consistía en cruzarse con los caminantes y no tener los reflejos o estrategias suficientes para poder escapar. Los principales objetivos eran la mera supervivencia y la búsqueda de refugio para, con suerte, iniciar una nueva sociedad de subsistencia. Tal era el caso del poblado de Woodbury, en Georgia. El idílico reducto de paz y tranquilidad resguardado de los caminantes en el que una vida relativamente acomodada es posible. Es un buen punto de partida para reconstruir la comunidad maltrecha. Sin embargo, cuando algún pequeño ejército, capitaneado por su líder, sale en misión de reconocimiento se manifiesta la tenebrosa naturaleza de algunas personalidades.

De este modo aparece otro peligro emergente: ya no solo hay que cuidarse de los muertos. Un grupo de semejantes puede convertirse también en la peor pesadilla. Tan turbadora ha de ser la sistemática oposición frontal a cualquier propuesta como la condescendencia absoluta.

EL ENEMIGO INTERIOR

El camino hostil, el paso del tiempo frenético y monótono al tiempo, la evolución física y mental de los personajes o las desapariciones imprevistas hacen que incluso los más aguerridos guerreros pierdan ocasionalmente su inicial férrea fortaleza anímica. Los secretos más profundos o la transparencia total ya no son los puntales más seguros a los que aferrarse o siendo incluso esos momentos factibles para eventuales cambios de rol,  la recuperación de la cordura puede no ser el remedio. Así vemos a Rick aferrándose a un leve hilo de cordura, a Philip escondiendo sin reservas su naturaleza oscura o a Carl, un tanto cruel, perdido y desamparado sin figuras de referencia estables. Todos ellos tienen motivos tangibles que explican su desequilibrio, la duda estriba en saber cuál de ellos será capaz de vencer a sus propios demonios y volver reforzado a la manada. Incluso Hershell (Scott Wilson), el reposado, pacífico y benévolo patriarca de la hacienda, sucumbe al desánimo frente a la instauración del caos. Hasta ahora solo Daryl (Norman Reedus) ha esquivado, no sin dificultades,  los envites de la demencia ocasional.

MUJERES GUERRERAS

Al igual que hemos apreciado una evolución física y mental drástica en  el grupo como colectivo, el papel de la mujer ha experimentado también notables cambios: lejos quedan ya los tiempos en los que Carol (Melissa McBride) era una fémina apocada y temerosa de establecer sus límites o reclamar su espacio propio, amedrentada por un marido tirano y castigador, mientras Andrea (Laurie Holden) buscaba la muerte después de perder a su hermana. Lori (Sara Wayne Callies), en cambio, se mantuvo en todo momento como la fémina líder, capaz de tomar decisiones y esporádicamente halagada por ser objeto de disputa de dos hombres.

Aunque las mujeres del grupo no llegan a perder sus roles de protección y cuidado físico de la comunidad, han de aprender a luchar, a tomar decisiones por si mismas, sin delegar sus vidas en otros.

La necesidad apremia y, aunque las mujeres del grupo no llegan a perder sus roles de protección y cuidado físico de la comunidad, han de aprender a luchar, a tomar decisiones por si mismas, sin delegar sus vidas en otros, o a ser ellas las guías también. Este tipo de comportamiento está perfectamente reflejado en la superviviente por excelencia, la autosuficiente Michonne (Danai Gurira). La nueva Carol se muestra intrépida, dura y resuelta. Maggie (Lauren Cohan) es capaz de efectuar algunas maniobras bajo la supervisión de Glenn (Steven Yeun), el sigiloso y flexible estratega explorador. La criatura a priori más desvalida, Beth (Emily Kinney) se encarga de cohesionar y aportar reposo espiritual al clan evocando escenas, en el pasado reconfortantes, en torno a los cánticos y el fuego de reunión.

POR FIN HA LLEGADO EL MOMENTO

Aún no sabemos cómo va a evolucionar la dinámica del grupo en esta 4ª temporada, pero por de pronto nos atreveremos a especular con que será importante la generación de vínculos emocionales como una nueva base de supervivencia anímica. La frialdad, el dolor y la hostilidad del entorno no serán sencillos de soportar si al lado no se cuenta con un acompañante empático que reconduzca a quien se tambalea en el umbral del desequilibrio hacia la pista de la cordura. La humanidad como colectivo y como rasgo identificador de los individuos está en juego. La supervivencia física no es el único objetivo. También hay que luchar desesperadamente por no perder los últimos resquicios de bondad, al menos ésta parece seguir siendo la premisa básica de los habitantes de la prisión. Apuntamos hacia emergentes conflictos de convivencia y la importancia de la lealtad como puntal básico para la cohesión y supervivencia del grupo.

Todavía recordamos la escena inicial de la tercera temporada, un silencio sobrecogedor y al tiempo brevemente plácido, por saberse acompañado y seguro entre la nueva familia, que suponía un leve momento de reposo tras arduos meses deambulando en busca de un lugar seguro. En aquella escena pudimos apreciar los cambios físicos y psíquicos del grupo. La debilidad y el temor habían mutado en fortaleza y resolución. Era un buen presagio para esa temporada, luchas interiores y externas.

Algunos incluso nos vimos tentados a abandonar la serie tras  la segunda fase aséptica, predecible y lenta, con tan solo un par de capítulos que dejaron huella. Afortunadamente nos mantuvimos a la expectativa. Y la tercera entrega no decepcionó. Villanos con piel de cordero, nuevos arcos argumentales, conflictos morales resueltos de manera inesperada, equilibrio entre  cordura y demencia…

Todo aquello nos dejó con ganas de más. Y por fin llegó el día. Y ya sabemos que los caminantes no son el único riesgo, ni el peor. Nunca olvides vigilar de cerca a quien se siente a tu lado, el peligro más voraz puede estar en su mano. ‘Nunca fue fácil sobrevivir solo‘, menos aún ahora ¿Quién ocultará algún importante secreto esta vez?

Anycka HC

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